CEMENTERIO NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS. PROPUESTA DE CARLOS MANCHA ESCOBAR. 1866.

MUÑOZ MORA, María José (1), ROS MCDONNELL, Diego (2)

(1) (2)  Departamento de Arquitectura y Tecnología de la Edificación, Escuela Técnica Superior de Arquitectura e Ingeniería de Edificación, Cartagena, Murcia, España

(1) e-mail: mariajose.mora@upct.es

 (2) e-mail: diego.ros@upct.es 

Resumen

Los problemas de salubridad existentes en las poblaciones decimonónicas españolas llevaron a desplazar al exterior de las mismas aquellos equipamientos urbanos que pudieran ser focos infecciosos. Tal estimación tenían los hospitales, los mataderos y los cementerios.  

En el caso particular de Cartagena, ciudad considerada plaza fuerte de primer orden que contaba con unas rotundas murallas, tenía  importantes limitaciones impuestas por el Ramo de la Guerra; el derribo general de murallas no se aprobó hasta 1902 y se mantuvieron vigentes las servidumbres debidas a las zonas polémicas mientras estuvo en pie el recinto defensivo. 

A mediados del siglo XIX, la ciudad, que contaba con numerosas parroquias y camposantos dentro de su perímetro, experimentó un gran incremento demográfico consecuencia del desarrollo industrial y minero de la comarca, circunstancia que provocó la densificación urbana debido a la construcción de huertos y solares existentes, hechos que, junto a la insalubridad del entorno por la presencia del Almarjal, zona lacustre pantanosa, acarrearían una situación sanitaria lamentable de la población. Para corregir estas circunstancias, entre otras medidas, se procede a construir un nuevo cementerio alejado del núcleo urbano. 

En 1866, el entonces arquitecto municipal Carlos Mancha Escobar presentó el proyecto para el nuevo cementerio de Cartagena. El presente artículo trata de explorar la documentación del proyecto,  analizar la tipología propuesta, la composición geométrica y los recursos gráficos empleados.

Palabras clave: Expresión Gráfica, Cementerio, Cartagena, Carlos Mancha.

Abstract 

Cemetery Our Lady Of Remedies.  Carlos Mancha Escobar Proposal. 1866

Existing health problems in nineteenth-century Spanish populations leads to moving them outside those urban facilities that may be infectious. This estimate had hospitals, slaughterhouses and cemeteries.

In the particular case of Cartagena, city considered stronghold of first order which had a resounding walls, had important limitations imposed by the navy War; the general demolition of walls was not approved until 1902 and easements due to controversial areas remained in effect while the defense was standing enclosure.

A mid-nineteenth century, the city, which had numerous parishes and cemeteries within its perimeter, experienced a large population increase due to the industrial and mining development in the region, a fact that caused urban densification due to the construction of gardens and solar existing facts, along with unsafe environment for the presence of Almarjal, marshy lake area, would make a lamentable health status of the population. 

To correct these conditions, among other measures, we proceed to build a new cemetery out of the urban core.

In 1866, the then city architect Carlos Mancha Escobar presented the project to the new cemetery of Cartagena. This article seeks to explore the project documentation, analyze the proposed typology, geometric composition and graphics resources used.

Keywords: Graphic Expression, Cemetery, Cartagena, Carlos Mancha.

1.Introducción. Cartagena amurallada. S.XVIII 

Al inicio del s.XVIII, bajo los borbones, Cartagena se convirtió en la capital del Departamento Marítimo del Mediterráneo, hecho que dinamizó la llegada de inmigrantes de todos los espectros sociales, pero muy especialmente los ligados con el sector naval (ya fuese en su vertiente militar, de técnicos o de oficiales y obreros de la construcción y de la carpintería); el aumento de población exigió una ampliación notable del espacio urbano. Se construyó entonces una nueva muralla que duplicó la superficie existente dentro del viejo recinto fortificado, a lo que se sumó la ejecución de numerosas obras de ingeniería y arquitectura militar, fundamentalmente el Arsenal y los diversos fuertes que lo rodean, así como el Hospital de Marina.

Pero la hacinada urbe que ya no podía asumir la llegada de tanta gente, se vería fuertemente asolada por terribles epidemias que marcarían el curso de la misma, su desarrollo urbano y por supuesto el de los espacios destinados al enterramiento.

La configuración espacial de la ciudad limitaba su desarrollo de manera constante. Al sur; el mar, al este; el barrio de Santa Lucía (existente desde época romana lograría su consolidación en este momento), al oeste; un nuevo barrio comenzó a desarrollarse con motivo de acoger a los trabajadores del Arsenal, (se creó entonces el barrio conocido como de Quitapellejos), y al norte el aún insalubre Almarjal. Éste último límite pantanoso, contribuyó a la difícil ampliación de la urbe, aunque un barrio lo saltaría para establecerse al norte de la ciudad de Cartagena, el de San Antón Abad. 

El gran crecimiento poblacional (la ciudad contaba con 49.957 habitantes en 1797 y en 1897 casi con el doble según los censos consultados de Godoy y el Instituto Nacional de Estadística), la exposición de la ciudad al puerto, el cinturón de murallas de la misma y el Almarjal contribuyeron a  que Cartagena se viera asolada por una cadena de epidemias [1] evidenciadas por las malas condiciones higiénicas y salubres en su interior, algo a lo que contribuyeron los propios enterramientos en las iglesias y en sus recintos anejos, todos ellos, dentro del recinto amurallado.

Las nuevas murallas propuestas por Carlos III proveerán de mayor espacio urbano pero no aún de mejores planteamientos sanitarios en el interior de las mismas. Sin embargo, anticipándose a las mejoras higiénicas que comenzarán a desarrollarse ya en el s.XIX, la Real Cédula de 1787 planteaba una de las más eficientes medidas higiénicas hasta la fecha planificadas; sacar los cementerios de las ciudades. 

2.Los cementerios intramuros.

Con anterioridad a la Real Cédula de Carlos III (1787) por la cual se establecía la obligatoriedad de enterrar los cuerpos fuera de las murallas de las ciudades, existieron en Cartagena varios recintos dedicados a la inhumación de cadáveres.

Los espacios destinados al enterramiento estaban gestionados por dos poderes; el religioso y el militar.  Los primeros se establecieron anejos a las iglesias existentes dentro del recinto de la ciudad amurallada, los castrenses también estaban cerca del edificio de carácter militar al que servían. En el territorio acotado por las murallas, en posición centralizada, existieron dos iglesias; la ermita de Santa María de Gracia y la capilla de San Miguel, ambas próximas entre sí. Adjunto a la Iglesia de Santa María de Gracia, encontramos el primer cementerio del que se tienen noticias, un pequeño terreno al lado de la misma que configuró un camposanto desde el año 1527 al 1642 [2]. En esta misma zona, muy cerca de la ermita de Santa María de Gracia, se estableció en 1634 el cementerio de San Miguel, que más tarde daría nombre a la calle e iglesia homónimas. En el plano de Juan Soler Cantó en su libro “El recinto de Cartagena” [3] se puede apreciar la localización de los cementerios anteriormente descritos (Fig.01). 

Debido a las constantes epidemias que en esta época asolaban la ciudad, los recintos destinados a enterramiento existentes en el interior de la misma pronto empezarían a ser insuficientes e iniciativas privadas darían lugar a nuevos espacios destinados al enterramiento. Los soldados de galeras, ante la enorme afluencia de enfermos y heridos de guerra comenzaron a atender a gente en sus propias viviendas, hecho que se vio acrecentado de tal manera que no daban abasto con el espacio improvisado inicialmente. Bajo estas circunstancias surgió el Hospital de la Caridad en la calle la Fuente y un cementerio aledaño al mismo en el que se produjeron enterramientos desde el año 1828 hasta 1879 (que sería desplazado extramuros).

También existía entonces en la ciudad de Cartagena, un cementerio castrense situado al noroeste de la misma, junto al baluarte de San Juan, el cementerio del Hospital de Galeras que estuvo en funcionamiento desde 1675 a 1762 [4]. 

  1. 1.Plano digitalización propia. Superposición plano de Juan Soler Cantó [3] y diferentes planos de la ciudad de Cartagena de mitad del s.XVII.

3.Los enterramientos extramuros 1760-1860

Hasta bien avanzado el s.XVIII, los poderes militar y religioso dirigían todas las actuaciones relacionadas con la muerte en casi todo el territorio español y, por supuesto, en la ciudad de Cartagena. Pero a finales de dicho siglo el poder civil empezará a destacar no solo en las actuaciones de la ciudad de los vivos sino también en la ciudad aún por crear, la de los muertos. 

Nuevos colectivos cívicos empezaban a conseguir poder y competían con la iglesia, poderes políticos y otras instituciones en la toma de decisiones sobre la vida ciudadana. Hasta entonces, la iglesia, el cementerio anejo a la misma, la parroquia y el barrio que lo rodeaba formaban una unidad, por proximidad física pero también espiritual. 

El planteamiento nuevo provocaría en la población de las ciudades del XVIII desacuerdos importantes. La separación de los camposantos de las iglesias y el desplazamiento que suponía el nuevo emplazamiento de los mismos, fueron durante mucho tiempo difíciles de aceptar. Los medios de locomoción de la época junto a la falta de un urbanismo que hiciese la ciudad más segura eran algunos de los principales problemas para atravesar grandes distancias.

Los nuevos modelos de especulación en torno a la muerte hicieron su aparición en este momento; carrozas fúnebres (impuestas para el desplazamiento del cuerpo yacente), pabellón de autopsias (muestra de la incorporación del poder civil a los espacios destinados al enterramiento) y todo lo que conlleva un nuevo plan de ordenación para una ciudad inexistente hasta el momento, surgió en definitiva un nuevo modelo urbano; el cementerio.

Muchas ciudades españolas se resistían a ejecutar la Real Cédula de Carlos III, sin embargo en Cartagena no fue así, las experiencias del traslado de cementerios extramuros vinieron sucediéndose desde el año 1779 con el establecimiento del cementerio del Hospital de la Caridad en un paraje del Barrio de Santa Lucía. Así, la decisión de trasladar los cementerios del interior de la ciudad a zonas extramuros sería bien acogida en la ciudad portuaria y a principios del s.XIX Cartagena contaba ya con cinco cementerios fuera de su recinto amurallado. 

Se establecieron todos ellos, a excepción de uno (San Antón Abad), en el Paraje de los Arcos del Barrio de Santa Lucía, un barrio situado al este de la ciudad, muy próximo al mar (barrio de pescadores) y que había permanecido durante toda su historia fuera de las murallas de la urbe [5]. Se localizaron en una zona alta, bien ventilada y alejada de la población.

En resumen, a finales del s.XVIII y principios del XIX había en Cartagena cuatro cementerios en el paraje del barrio de Santa Lucía (al este de la ciudad); el del Hospital de Caridad, el del Hospital de Marina (conocido como cementerio castrense), el Parroquial y el Británico, y uno al norte; el de San Antón Abad.

Pero el aumento demográfico que sufrió la ciudad a mediados del s.XIX, acuciado por las terribles epidemias que de nuevo asolaron la misma, hicieron que los espacios previstos en el paraje de barrio pescador pronto estuvieran colmatados; además, el estado de los mismos comenzó a ser deplorable debido al expolio al que eran sometidas determinadas tumbas (algunos robos tenían finalidad económica, en otras ocasiones la exhumación de cadáveres se realizaba con fin médico, por supuesto, clandestino).

  1. 2.Plano de 1860 de la ciudad de Cartagena. Instituto Geográfico Nacional. A la derecha de la imagen podemos localizar los cuatro cementerios extramuros existentes en el Paraje de los Arcos del barrio de Santa Lucía.

4.El Nuevo Cementerio de Cartagena 

En la Cartagena ilustrada de principios del XIX, destacaban una serie de familias comerciantes que debido al desarrollo de sus empresas relacionadas con la minería acapararían grandes fortunas que ayudarían a configurar una nueva ciudad.

Este grupo de personas influyentes estaban involucradas con la nueva actitud social ilustrada, así lo describe Agustín Diéguez [4] en su libro no publicado cuando habla sobre las actividades que se llevaban a cabo en la farmacia del señor Picó

Ante el deplorable estado en el que se encontraban los cementerios de la ciudad que habían sido construidos extramuros en el Paraje de los Arcos de Santa Lucía [6], surge la necesidad de desarrollar un nuevo camposanto que tenga la prestancia que empieza a florecer en la urbe. Uno de los participantes en estas reuniones era el entonces arquitecto municipal Carlos Mancha Escobar, quien unido al grupo de empresarios, propuso al Ayuntamiento la construcción de un nuevo cementerio en el año 1866.

Ante las inapelables necesidades, el pleno de la corporación municipal aceptó la propuesta y decidió proponer unos terrenos situados de nuevo en el Barrio de Santa Lucía, esta vez más alejados de la ciudad, en la ladera de la colina usada como lugar de peregrinación, el Monte Calvario.

Se trataba de un terreno escarpado situado en la ladera oeste del paraje conocido como “del Gallufo” y apartado de los vientos dominantes de la ciudad que podían aproximar los temidos miasmas.

5.Propuesta para el Nuevo Cementerio de Cartagena, más tarde de Nuestra Señora de los Remedios, del arquitecto Carlos Mancha Escobar

Los pocos planos que se conservan de la propuesta original muestran que su diseño varió desde la concepción primigenia hasta la construcción de éste dos años más tarde.

El primer legajo encontrado del referido camposanto data de 1866 [6]. En él se encuentra una memoria descriptiva de las obras a realizar, un presupuesto detallado de las mismas, un plano preciso de los pabellones de acceso al recinto así como de la valla que lo acota y un plano general que no coincide con la geometría existente ni con la que se construyó finalmente el camposanto.

Analicemos estos dos documentos gráficos ahora: 

  1. 3.Plano del Nuevo Cementerio de Cartagena por Carlos Mancha Escobar (arq). 1866. Anverso del papel. (AMCT, CH-288).

En primer lugar destacar el deplorable estado del plano que está dibujado en papel milimetrado de 74 por 128 centímetros y por ambas caras. El dibujo en el mismo está realizado en lápiz de grafito con técnica monocroma.

Componen el pliego una serie de dibujos representados a distintas escalas aunque no todas ellas están referenciadas. En la cara anversa del papel milimetrado (Fig.03) aparece la planta y dos alzados de lo que podría haber sido una edificación singular para albergar una cruz.

Esta edificación presenta una planta octogonal, de lados iguales a 4 con pequeñas escalinatas de acceso a la misma. El alzado o fachada a medio dibujar muestra un pórtico de cubierta inclinada a dos aguas y hueco en su interior enmarcando el elemento central, la cruz, mediante un arco de medio punto.

En la parte superior izquierda del papel reconocemos la planta de otra edificación parecida a un pabellón de acceso al cementerio que se leerá de manera más concreta en la parte trasera de este plano. También aparece la planta de un polígono medido mediante triangulación y acotado que no podemos identificar. Un pequeño detalle de rotulación permite la lectura de “CEMENTERIO”.

  1. 4.Plano del Nuevo Cementerio de Cartagena por Carlos Mancha Escobar (arq). 1866. Reverso del papel. (AMCT, CH-288).

5.Detalles del plano del Nuevo Cementerio de Cartagena por Carlos Mancha Escobar (arq). 1866. Reverso del papel. (AMCT, CH-288).

Sabemos que todos son bocetos relacionados con el nuevo camposanto porque además de la inscripción descrita anteriormente en el cuadrante superior del reverso del plano se puede leer “Proyecto de un Cementerio Nuevo de urgente necesidad para la ciudad de Cartagena”.

En la parte trasera encontramos además un planteamiento formal del nuevo camposanto (Fig. 04). La geometría propuesta es un octógono de lados iguales a cuatro (como en la pequeña construcción que suponemos ocuparía una posición central en el diseño). 

Asentado sobre un terreno inclinado, presenta una clara intención de ser acotado en su perímetro perfectamente delimitado.

El acceso se produce en uno de sus lados más largos organizando el espacio interior en una serie de parcelas triangulares que homogeneizan la propuesta. La simetría es una constante en este primer dibujo en el que se incorporan datos del entorno inmediato, la huerta perimetral y las curvas de nivel del monte en que se asienta (Fig. 05). 

Una estricta jerarquía de circulaciones organiza la ciudad mediante un sistema de vías radiales de igual tamaño y anulares más pequeñas, las calles residenciales, que organizan el espacio interior del barrio.

Adoptando una posición centralizada en el conjunto, un edificio de planta cuadrada, por su representación suponemos el detallado en la cara buena del papel (monumento cruz), y a través de un pequeño boceto que apreciamos un poco más abajo en el plano, reconocemos efectivamente que podía haber sido el lugar para la colocación de la misma. 

De las tres divisiones, la central está parcelada para el establecimiento de panteones y las dos laterales para fosas, aunque la disposición de las mismas no es igual en ambas caras (Fig.05). Mientras que en una (la superior en el dibujo) se propone una retícula con calles de 65 centímetros de anchura que envuelven las fosas de dos metros por uno, a excepción de las calles que limitan la parcela que pasan a ser de un metro, en el caso de la parcela lateral la distribución de los espacios para las moradas sigue un esquema de calles paralelas al eje vertical del octógono alternando fosas, calle de 65 centímetros, fosas, calle de 2 metros y así repetidamente, planificación que se asimila a la finalmente ejecutada.

La reconstrucción que se ha realizado tomando como base el plano analizado (Fig. 6) muestra cómo podía haber acabado el proyecto del camposanto cartagenero. Un octógono de lado mayor con una longitud de 131,22 metros y menor de 65,61 con una superficie total de 44.775,00 metros cuadrados, lo que supone un 33% de la superficie que finalmente colonizaría este espacio.

  1. 6.Reconstrucción gráfica del octógono a partir del cuadrante del mismo definido en el plano del Nuevo Cementerio de Cartagena de 1866 (Fig.05). Elaboración propia. 

Tras la reconstrucción gráfica de la geometría utópica para el Nuevo Cementerio de Cartagena hemos comprobado que ésta resulta de la intersección de radios a 30 grados con el cuadrado base que lo contiene, de este modo el polígono de ocho lados contiene cuatro cuadrantes que contienen, a su vez, tres triángulos de 30 grados cada uno (Fig. 07).

  1. 7.Geometría del octógono definido en el plano del Nuevo Cementerio de Cartagena de 1866. Elaboración propia. Cruz de Malta. El octógono resulta de la intersección de radios a 30 grados con el cuadrado base que lo contiene.

Las distintas vistas que aparecen en el plano no están rotuladas, de ahí que se haga difícil su lectura.

En la parte inferior de esta cara del plano también aparecen planimetrías de un pabellón, esta vez representando las vistas de planta y alzado, aún sin terminar pero a escala 1.100 según apunta su autor. El carácter poco concreto, impreciso y transitorio de la propuesta viene reflejado en la técnica gráfica utilizada para su representación, el lápiz de grafito.

La parcelación de la ciudad silente determina una tipología edificatoria que ordena el espacio sagrado. En el caso de este primer proyecto para el “Nuevo Cementerio de Cartagena” se dibuja un planteamiento urbano que distingue entre viviendas para las distintas clases sociales, como ocurría en su ciudad especular. 

  1. 8.Plano de la Entrada y Pabellones del  Nuevo Cementerio de Cartagena por Carlos Mancha Escobar (arq). 1866. (AMCT, CH-288).

El segundo documento gráfico encontrado en el legajo citado muestra un carácter completamente distinto al analizado anteriormente. Se trata de un plano definitivo cuyo título es “Entrada y pabellones del Nuevo Cementerio” y que según consta en el expediente sirvió de base para su construcción y su valoración. Este plano está grafiado sobre papel textil de 47,00 por 70,00 centímetros y representa planimetrías de la pieza de acceso al cementerio, planta y alzados. 

Aparece ya una escala de representación para todo el conjunto, 1.100. La técnica gráfica empleada está aplicada sobre la cara anversa del papel y se trata de tinta china negra con rayado de trama para destacar la parte seccionada de la planta.

  1. 9.Plano del Nuevo Cementerio de Cartagena por Junta de Propios del Ayuntamiento de Cartagena. 1925. (AMCT, PL 63). 

El primer plano existente que muestra el cementerio realmente ejecutado y en el estado que ha llegado hasta nuestros días es el que podemos apreciar en la figura 9, suponemos del año 1925 (aproximadamente), dibujado por la Comisión de Propios que el Ayuntamiento de Cartagena designó en 1923 y cuya desaparición se produjo apenas 7 años más tarde [7]. 

Se trata de una planta en la que aparece ya la geometría actual del terreno en el que se implanta el cementerio, un polígono irregular que se aleja de la concepción original octogonal, no sólo formalmente sino también en las jerarquías sociales que propondría esta ciudad para los muertos. Podemos leer el que suponemos fue el cementerio construido; un rectángulo acotado en cuya cara norte, recibiendo el acceso, disponía los pabellones de acceso que introducían hacia un paseo bulevar central  que organizaba el espacio de manera simétrica, la cruz (monumento a mitad del paseo principal) y capilla al final del recorrido.

Este plano dibujado a escala 1.2000 sobre papel textil en tinta china negra, muestra ya un cementerio perfectamente planificado en el que no sólo se ha previsto la colonización espacial necesaria en ese momento sino también su posible ampliación mediante la colmatación de parcelas aún sin dividir y grafiadas con línea de trazos. Ampliación propuesta siempre en el interior de un recinto extenso que hasta el día de hoy no ha modificado su perímetro original.

El planteamiento prototípico de la propuesta primigenia se sigue manteniendo: muro de cierre a modo de ciudad ideal que sigue criterios racionalistas y académicos con eje central, acceso monumental y monumento (cruz), capilla principal a eje de simetría presidiendo el conjunto, panteones a ambos laterales de este bulevar y manzanas en retícula que recuerdan a determinadas poblaciones de la ilustración desarrolladas bajo el mandato de Carlos III [8]. 

La retícula de manzanas responde a un sistema modular en el que se repite la secuencia 2/3/2, es decir: dos manzanas anteriores, tres manzanas flanqueando la alameda central y dos manzanas posteriores.

Las jerarquías de trazado urbano así como las arquitecturas construidas en el mismo lo reafirman. La circulación ordena un entramado de calles residenciales mediante la categorización por tamaño de las mismas. La vegetación, en este caso (anteriormente no aparecía) subraya el orden del recinto.

La volumetría de la edificación se concentra a ambos lados del gran eje-bulevar mientras el resto de parcelas restringen la misma.

La colonización inicial se concentra en la zona central del recinto, destinando el perímetro cercano al muro de cierre para servicios de saneamiento (balsas de agua y norias en las partes más altas del recinto) así como al enterramiento de aquellos que no comulgaban con la religión católica. Aparece una fosa común en orientación Este y un cementerio civil ocupando uno de los lados del polígono irregular situados hacia al suroeste.

El programa funcional se reparte en este esquema de ciudad silenciada como lo hace en la ciudad de los vivos, la calle central con edificación más ostentosa y en los barrios de segunda línea, viviendas para los menos pudientes; el planteamiento en el que la muerte iguala a todos no tiene cabida en la sociedad ilustrada del s.XIX en Cartagena.

El acceso al camposanto también recuerda a modelos ensayados previamente en otras ciudades (en Madrid, el cementerio de la Almudena terminado en 1864 es un buen ejemplo de acceso monumental [9], el de Poblenou en Barcelona, primer cementerio extramuros [10], anterior incluso a la mencionada Real Cédula, ya que data de 1775, disponía también de ese espacio previo a la entrada al camposanto), recurso muy utilizado en la arquitectura de uso público en la que el espacio delante del edificio toma un protagonismo fundamental en su concepción mediante la asignación tamaño, es decir, la creación de una plaza en el acceso que permite no sólo la congregación de muchas personas sino también el realzar sus valores como monumento, de ahí su imponente entrada y el cuidado en el diseño y dibujo de la misma. Recuerdo también merecen los famosos “crescent” como figuras geométricas que incorporan dinamicidad al conjunto rompiendo la estricta trama organizativa y configurando un espacio de acceso a determinadas nuevas poblaciones que en este momento están desarrollándose en ciudades españolas (las Navas, Aranjuez, La Carolina) [08].

6.Conclusiones

Tras el análisis de la documentación gráfica expuesta con anterioridad sobre el proyecto para el Nuevo Cementerio de Cartagena, más tarde conocido como el Cementerio de Nuestra Señora de Los Remedios, podemos concluir lo siguiente:

-El estado en el que se encuentran los testimonios gráficos que trasladan este recinto funerario son escasos y se encuentran en mal estado. 

-No existe documento gráfico de la época en la que se inaugura el cementerio adaptando el proyecto original al finalmente ejecutado, sin embargo, aunque el plano de 1925 fue dibujado por la Comisión de Propios y no por el arquitecto Carlos Mancha Escobar es indudable que la autoría del cementerio pertenece al arquitecto mencionado y así queda demostrado en documentos literarios contenidos en el legajo estudiado que no son objeto de esta comunicación. 

-El octógono del que se conservan planos podríamos considerarlo un proyecto utópico que precedió a las iniciativas para la nueva construcción del cementerio de Nuestra Señora de los Remedios y sirvió de germen para el mismo. No es de extrañar que la sociedad cartagenera del s.XIX no aceptara una propuesta cuya organización formal ordenaba el espacio de manera homogénea y que aún distinguiendo parcelas de ricos y pobres, no destacaba las viviendas de los primeros.

Por lo tanto, concluimos que el camposanto finalmente realizado responde a una tipología característica de la costa mediterránea; un recinto rectangular con un eje de simetría jalonado de cuatro hitos: puerta de acceso, monumento de cruz, alameda de cipreses y capilla final de perspectiva. 

En definitiva, muestra un nuevo modelo urbano que no sólo refleja unos patrones que definieron esos recintos funerarios como monumentales, sino que mediante la incorporación de vegetación e inserción en el emplazamiento elegido nos recuerda a modelos previamente ensayados en otras ciudades ideales.

5.Bibliografía

[1] SOLER CANTÓ, Juan. Cuatro siglos de epidemias en Cartagena. Editorial Athenas. 1970. DEP-LEGAL: 225-70

[2] RUÍZ VINADER, Ernesto. Necrópolis en Cartagena. Reseña de su historia en Cartagena. Murcia, UCAM y Hospitalidad Santa Teresa de Cartagena. 2013. ISBN: 978-84-616-3386-9

[3] SOLER CANTÓ, Juan. El hospital militar de marina de Cartagena. Murcia, Ayuntamiento de Cartagena y CAM. 1993. ISBN: 84-87529-13-5.

[4] DE PORTUGAL Y DIEGUEZ, Agustín. (s/f) Los cementerios de Cartagena. Breve historia sobre la construcción de la necrópolis de Nuestra Señora de Los Remedios. No editado: consultado en Archivo Municipal de Cartagena.

[5] LÓPEZ PAREDES, Manuel. Historia del barrio de Santa Lucía de Cartagena. Cartagena. Colección Almarjal. 1970. Consultado en el Archivo de Patrimonio de la Región de Murcia.

[6] Caja 288- Sanidad. Archivo Municipal de Cartagena.

[7] PÉREZ ROJAS, Francisco Javier. Cartagena Modernista 1874-1936 (Transformación urbana y arquitectura). Murcia, Editora Regional de Murcia. 1986. ISBN: 84-7564-038-9.

[8] OLIVERAS SAMITIER, Oliver. Nuevas poblaciones en la España de la Ilustración. Barcelona. Edita Fundación Caja de Arquitectos.1998. ISBN: 84-922594-3-4

[9] SAGUAR QUER, Carlos. Un Père Lachaise para Madrid: el debate sobre los cementerios en el siglo XIX. Anales del Instituto de Estudios Madrileños. 1998, Nº 38, p 59-88.

[10] MARTÍ Y LÓPEZ, Elisa, MARÍAN Y SILVESTRE, María Isabel, CATALÁ Y BOVER, Lidia y MUÑOZ LACASTA, Juan. Un paseo por el cementerio de Poblenou. Barcelona. Edita Ajuntament de Barcelona, Cemetiris de Barcelona S.A. 2004. ISBN: 978-84-9850-013-4